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Machismo, misoginia y homofobia

Autor: Daniel Cazés Menache *
Fuente: Milenio Diario (México), 4-V-2003 http://www.milenio.com/

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Reflexiono sobre la misoginia y la homofobia que todos llevamos en lo más íntimo de nuestro ser social y ponemos en acción día a día, a sabiendas o no, con rigor o en broma, que es una forma muy seria de comunicación.

Defino al sexismo como la opresión fundamentada en la diferencia sexual, que permea toda relación entre seres humanos y abarca todas las dimensiones de la cotidianidad (doméstica o pública).

El sexismo se incuba en el inconsciente y define sentimientos, concepciones, actitudes y acciones; es además fundamental en la conformación de las identidades y las mentalidades. A veces sólo es evidente en situaciones extremas, violentas, aunque parezcan inocuas, como en el humor de cualquier tonalidad cromática.

Machismo, misoginia y homofobia son sexismo.

El machismo nace de la convicción de que las mujeres son inferiores y están obligadas a ser como quieren los hombres y a prestarles a ellos servidumbre doméstica y sexual. Funciona con mecanismos como la marginación, la cosificación, el hostigamiento y el maltrato, frecuentemente con el disfraz de la benevolencia y hasta del afecto.

Para el paternalismo, las mujeres son incapaces de racionalidad, dependientes, débiles y sumisas por naturaleza, y por ello están obligadas a ser delicadas, abnegadas y necesitadas de protección y alabanza (Melchor Ocampo hizo de estos prejuicios funciones laicas de Estado, paralelas a las de la iglesia.)

Las relaciones jerárquicas entre hombres tienen el mismo origen: cada varón puede y debe ser patriarca, aunque sólo algunos puedan ejercer su patriarcado sobre hombres de menor rango.

Es fácil reconocer el machismo en los hombres, pero también se manifiesta en las mujeres: ellas deben asumir y reproducir las concepciones y la opresión patriarcales, salvaguardar sus valores y vigilar el cumplimiento de sus mandatos.

La conciencia que de todo esto toman crecientemente las mujeres, y sus posiciones de rebeldía y creación de alternativas, irritan a los hombres, incluso a muchos que se precian de revolucionarios, democráticos o simplemente de ser buena onda: en lo más íntimo no aceptan que las mujeres puedan dejar de ser sumisas y de funcionar como agentes de la eternización del sexismo.

La misoginia es conjugación de temor y odio a las mujeres, traducida en diversas formas, sutiles o brutales, de inferiorización, ridiculización, exclusión y violencia.

Este poderío patriarcal también lo ejercen algunas mujeres sumisas. Se funda en la certeza de que sólo los hombres podemos ser plenos y normales, mientras que ellas son incompletas, extrañas, anormales, diferentes y por lo tanto inferiores y peligrosas (de Pitágoras y Aristóteles hasta los padres de la iglesia, Freud y los lacanianos, la "ciencia" contribuye a la creencia de que esto es "natural e instintivo").

El misógino que nos domina por dentro (de modo elaborado o, por ejemplo, con humor negro) considera ciertos todos los defectos que desde el púlpito, la escuela y la TV se les adjudican a las mujeres, y les reprocha que ninguna posea todas las virtudes que la iglesia, el Estado y la tradición establecen que son de ellas por determinación divina o genómica.

La homofobia es la aversión a quienes no se apegan al mandato heterosexual impuesto por el dominio patriarcal, a veces con saña que llega a ser tan sanguinaria como la violencia contra las mujeres.

La homofobia (triunfadora esta semana en la Asamblea Legislativa al congelarse por escapismo la Ley de Sociedades de Convivencia) condena a quienes eligen un erotismo contrario a la especialización heterosexual que mitifica como única válida y normal a la sexualidad reproductiva. Es otra forma de temor y odio a lo diferente, a todo lo que subvierta los ordenamientos prejuiciados del conservadurismo, a quienes crean alternativas a la opresión patriarcal.

Las y los homosexuales son blanco violento -a veces nada más en chacota bufonesca- de hostigamientos semejantes a aquéllos a los que se somete a las mujeres y que redoblan su virulencia cuando se dirigen a las lesbianas.

La homofobia está en el inconsciente de todo mundo, incluso de quienes han elegido formas no impuestas de sexualidad.

El sexismo es la intolerancia a lo que difiere de los paradigmas masculinos; conforma el poder más destructivo de quienes lo padecen, la enajenación de quienes lo ejercen y la represión de la creatividad de quienes buscan vivir alternativas libertarias.

Y no hay que olvidar que el sexismo es, en el mundo del dominio y la opresión patriarcales, la herramienta ancestral de la autoconstrucción y la autoafirmación enajenada de los sujetos sociales.

Como ombudsman y colaborador de MILENIO, procuro que quienes me leen reflexionen a este respecto. Claro que todo podemos discutirlo y rediscutirlo.

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Daniel Cazés Menache es doctor en lingüística por la Universidad de París III, Sorbonne Nouvelle, Francia. Estudió la licenciatura en lingüística en la Escuela Nacional de Antropología e Historia ( ENAH ) y la maestría en antropología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México ( UNAM ). Se especializa en democratización de México, democratización cotidiana y género y educación superior. Es coordinador, investigador y director del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades (CEIIH) de la UNAM. Correo-e: mailto:danielcm@servidor.unam.mx/ mailto:dcazes@milenio.com/ http://www.unam.mx/ceiich

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Tomado de la URL www.cenesex.sld.cu

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